Spiga

La Cita

Hace ya algún tiempo que esto sucedió y me parece que fue ayer.
Aún no era tarde y ya había oscurecido. Era una de esas noches prematuras.
Bastaron pocos instantes para que, traído por una suave brisa, llegaran hasta mí, el lejano y metálico acento de siete campanadas que venían del viejo y cansado reloj público. Sentí el corazón acelerar sus latidos y adelanté el paso. Faltaba media hora para la cita.
Cuando llegué, el parque estaba como suele estar: "sin un alma"; y en su alrededor solo daban muestras de vida, el constante roce de las hojas y desde la Iglesia, un rumor de letanías.
Mecánicamente mis piernas me llevaron a un sitio conocido: era el banco de la esquina más oscura...
Ella no había llegado.
Procuré acomodarme en el sitio convenido y encendiendo un cigarrillo me dispuse a esperar. Mientras tanto mis pensamientos, junto al humo que en espirales parecía elevarse al cielo, me transportaba a un mundo maravilloso. Soñé despierto en cosas divinas. Pensé en la vida: ¡Qué bueno es vivir! Poder amar y ser amado.
Así, pensando y esperando pasó largo rato. Luego de oír cerrar las puertas de la Iglesia me sentí absolutamente solo.
Me olvidaba decir que por dificultades en el funcionamiento de la destartalada planta eléctrica, pasábamos por uno de esos períodos acostumbrados de "apagones", razón por la cual, la oscuridad a esa hora era casi total.
Ella no aparecía y esto me inquietaba.
Confieso que nunca he podido resistir la espera, y lo estaba demostrando ahora cuando hecho presa de la impaciencia, decidí abandonar el lugar, al tiempo que me decía: - Mañana vendrá.
No me había levantado todavía, cuando el ruido de unos pasos me hizo volver la cara. El timbre peculiar de unos tacones femeninos denotaba - aunque la oscuridad impedía reconocer a cualquiera que fuese- que quien se acercaba era una mujer.
Llegó junto a mí y aún no lograba reconocerla. Iba a hablarle, pero unos labios húmedos y frescos sellaron mis palabras con un beso largo y apasionado.
-No digas nada- musitó calladamente. -Llegué tarde, pero lo importante es que estoy aquí.
Comprendí por sus palabras que ya nada tendría que decir. En realidad ya había llegado y mis palabras hubiesen estado de más.
Rompí las cadenas que ataban mis ardientes pasiones y al ritmo de un amor enloquecido, danzaron en la oscuridad de aquella noche, las hojas, que arrastradas por el viento, iban dejando los árboles desnudos.
Ni la luna, consejera fiel de los enamorados quiso ser testigo de aquel divino romance.
Ahora me parecía que el tiempo volaba. Entre besos y caricias discurrieron los momentos de amor... y fue después de oír nuevamente las campanas - nueve veces esta vez- cuando comprendimos que habríamos de separarnos hasta el otro día.
La despedida fue corta.
-Hasta mañana mi amor- me dijo.
Y yo le respondí: - Hasta mañana.
La sentí alejarse. Pronto su figura se perdió entre los tupidos matorrales. Me quedé solo, sumido en pensamientos preciosos y extraños.
Cavilaba en los recuerdos y me decía: "Esta noche estuvo algo rara. Casi no habló".
Sentía en mis labios el sabor de los suyos y me parecía que no era el mismo de otros días. Mi ropa, impregnada de su perfume, hacía que me preguntara una y otra vez, si era el que siempre había usado.
Achaqué mis pareceres tanto al estado de impaciencia al que había llegado, como a su repentina aparición. Esa noche dormí plácidamente.
Desperté con la sonrisa en los labios y pasado un rato, ya estaba camino de la escuela.
Una feliz coincidencia hizo que nos encontráramos. Íbamos en dirección opuesta. Después de saludarnos me apresuré a recostar mi cuerpo al roble que se alzaba en la esquina y entablamos una breve conversación.
Pero ella no estaba alegre. Más bien a su rostro asomaba una ligera sombra de culpabilidad.
-¿Qué te pasa?- le pregunté-.
¿Por qué tienes esa cara?.. ¿Es que acaso en tu casa...?
-Está de más decírtelo -interrumpió. -No me dejaron salir anoche.
-Eso no es nada -Contesté como sin darme cuenta. -Ya buscaremos la forma de vernos.
-¿Es que ya me has perdonado?
-¿Perdonarte? -Pregunté por mi lado- ¿Perdonarte qué?
-¿Olvidaste que teníamos cita anoche?
-¿La cit..?- Quedé petrificado. ¿Estaría bromeando o era acaso la verdad? De nuevo se agolpaban en mi mente los pensamientos que me extrañaron la noche anterior. Me turbé por un instante y después de recobrar la calma continué: -Ah, la cita. Si precisamente quería verte para disculparme ya que tampoco pude ir.
-Entonces no tenemos nada que reprocharnos- replicó ella.
Me tocaba hablar, pero no se me ocurría nada. El tono de su voz parecía serio. Finalmente dijo ella:
-Se nos hace tarde, luego nos vemos.
No contesté y si dije algo no lo recuerdo. Mi cuerpo estaba ahí, pero mi espíritu, todos mis pensamientos estaban lejos: transportados en un viaje maravilloso, llegaban hasta el parque, al banco de la esquina más oscura.

Ramón Helena Campos



Via La cita

El submarinista muerto en un incendio!!!!

En un pequeño pueblo de la provincia de Zamora, cercano al Parque Natural de Las Arribes, se declaró el pasado verano un incendio forestal de ciertas proporciones, que amenazaba con destruir todos los recursos naturales de la zona.

Para evitar tamaño desastre ecológico, se movilizaron todos los medios técnicos y efectivos humanos disponibles para situaciones de emergencia, empleando en las labores de extinción a más de cien voluntarios residentes en la zona, cuarenta bomberos profesionales, ocho motobombas, cinco helicópteros y un gran hidroavión.

Se emplearon cuatro días en controlar el incendio, y dos más en sofocarlo completamente, tras los cuales un equipo de técnicos se desplazó al lugar con el objetivo de evaluar los daños para declarar zona catastrófica a la comarca y recibir ayudas gubernamentales para su recuperación. Hasta ahí todo normal, pero la sorpresa de los técnicos fue mayúscula cuando, al llegar al paraje conocido como la Tranca del Lobo, uno de los de más difícil acceso, encontraron el cadáver de un submarinista chamuscado y completamente equipado para la práctica de su deporte.

Nadie podía dar crédito a lo que veían sus ojos, ya que la playa más cercana está a más de doscientos kilómetros, y la única explicación plausible que se les ocurrió fue que el hidroavión, al acudir al mar a llenar sus depósitos de agua para luego vaciarlos encima del incendio, absorbiera en la maniobra a un incauto submarinista que se encontraba practicando pesca submarina a escasa profundidad. El caso nunca llegó a aclararse completamente

Bienvenidos!!!!

Bienvenidos, este es mi tercer blog que creo, el cual estara dedicado a las historias de miedo, y de terror, las cuales tratare de investigar minuciosamente, par saber hasta que punto son ciertas, si alguna es falsa, sera dementida y marcada en el historico.

Ojala les guste este blog saludos y gracias por visitarnos